lunes, abril 01, 2013

La confusa línea del horizonte


Las autovías son tan semejantes unas a otras, todo en ellas es tan repetitivo, que cuando circulas por sus carriles parece que fueses apartado del mundo: no atraviesas pueblos, que son sólo señales lejanas sin habitantes a los que mirar y que nos miren; no existen cruces ante los que estar vigilantes; los desvíos, por más que estén indicados, resultan tan idénticos que tienes la impresión de que conducen inexorablemente a la misma e impersonal rotonda. Siempre se conduce por ellas con una postura desganada, como de retén a la espera de que ocurra algo que nunca ocurre, son aburridas. Por eso, en el último momento, decidí no tomar la autovía y hacer esta mañana parte del viaje atravesando Tierra de Campos por pequeñas carreteras comarcales. Siempre he sido un enamorado de Tierra de Campos, un paisaje que constantemente muestra lo que de grandioso tiene lo humilde y lo cotidiano. Frente a paisajes, si se me permite decirlo así, más fáciles de entender, esta tierra tiene cielo, es tierra y cielo a la vez, y exige a uno saber verse pequeñito. Pero hoy mostraba su cara primaveral, la que regala con más generosidad y menos requerimientos: las primeras flores,  el verde nacido de las cebadas y trigos invernales, la fina y húmeda textura de la arcilla en los barbechos, el inicio del agitado rebrote de las alfalfas, los pueblos a lo lejos coronados por depósitos de agua o silos -las más de las veces abandonados- que tocan las nubes, tan altas y tan bajas al mismo tiempo, los olmos desnudos y muertos de grafiosis en las plazas o a la puerta de las iglesias, los palomares como signos ortográficos, como referencia de formas y de tiempos, los árboles aislados, únicos, con su copa desnuda, como de tela de araña, las rapaces que aguantan suspendidas haciendo pequeños quiebros frente al viento, la línea del horizonte que nunca es recta ni es principio ni fin de nada en este lugar inmenso.
Y es que hay días en los que todo es especial, en los que no hace falta que uno se pregunte hacia dónde debe mirar, en los que, aun a sabiendas de que el barro mancha, no queremos despojarnos de su tacto. Así es esta tierra, así es también la vida: barro, una línea confusa en el horizonte.


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