domingo, abril 26, 2009

Adiós a Antonio Pereira

Hace poco más de un año saludamos a Antonio Pereira por última vez –ahora lo sabemos- en Villafranca del Bierzo. Participaba el maestro en un homenaje que se tributaba a su amigo Ramón Carnicer, fallecido pocos meses antes. La muerte le ha llegado ahora a él, repentina, ayer, 25 de abril. Mi relación con Pereira comenzó, como no podía ser de otra manera, leyéndole. He sido lector tardío de sus cuentos, pero lector fascinado por ellos. El mundo de los cuentos de Pereira, los lugares que pueblan sus historias, sus personajes, su humor, su retranca llena siempre de cortesía, su fina ironía, “su rincón” aquí, en el noroeste; todo eso me es cercano, acaso por haber nacido y vivido en este lugar fabulador y escondido. Después de disfrutar de la lectura de su obra, desde Alcancía, dando un pequeño rodeo a través de Mestre, le pedimos algunos cuentos para publicar en nuestra colección de Relatos. Aceptó, y fruto de su amabilidad publicamos, en diciembre de 2005, Clara, Elisa, La teta de Doña Celina, mujeres, cinco cuentos en los que ese “mujeres” es el sustrato común a todos ellos. Antes habíamos conversado varias veces por teléfono (escucharle era un auténtico placer) y cruzado algunas cartas, las suyas siempre con el sello de su escritura temblorosa en cada palabra. Conservo como oro en paño la “Nota del autor” que precede a los cinco cuentos que publicamos, mecanografiada y corregida de puño y letra por el propio Pereira, o la nota en la que nos pedía que quitásemos uno de los cuentos que en principio habíamos acordado publicar en Alcancía, Cuestión de fonética, por otro, Última mañana con Dalia, un cuento que hasta esa fecha sólo se había publicado, creo, en la revista Lateral pero que no figuraba en libro suyo alguno y que después, muy modificado con respecto al publicado en Alcancía, aparece en su último libro de relatos La divisa en la torre. Más tarde, en su casa de León, tuvo la infinita paciencia de firmarnos los primeros 100 ejemplares de Clara, Elisa, …. Y entre firma y firma y los cafés y la amabilidad de Úrsula pasamos un par de horas ensimismados escuchando "contar" a este genio que se nos ha ido: ahora de los escritores que no conducen, ahora del pan de Medina de Rioseco, ahora de sus libros, ahora de sus piernas que ya no le respondían como antes, ahora de… Así, hoy, cuando por la radio he sabido de la muerte de Antonio Pereira, han acudido a mí todos estos recuerdos y muchos más, sobre todo, cómo no, el de Úrsula, su inseparable compañera.
Pereira era una persona de palabra. Y digo esto porque creo que por sus palabras, a través de sus cuentos o escuchándole narrar oralmente historias y anécdotas, quién sabe si reales o inventadas -de esa forma magistral en la que él lo hacía-, se puede conocer la personalidad del Villafranquino. En esas palabras, en esas narraciones, orales y escritas, está la persona afable que era, el viajero impenitente y curioso que siempre fue, el Pereira conversador, la persona ingeniosa, el caballero, el irónico, el detallista, el hombre simpático y noble al que todos queríamos.
Dejo aquí la firma que estampó Antonio Pereira en el ejemplar número 13 de Clara, Elisa, La teta de Doña Celina, mujeres. Ese “perdone” al lado del 13 dice mucho, al menos para mí, de la personalidad de este genio del cuento. Adiós Antonio y muchas gracias.




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