Comentaba hace pocos días con un compañero de trabajo que los domingos, en el viaje de regreso a casa, suelo ir escuchando en el coche “Documentos”, un programa muy interesante y didáctico que emite RNE 1. En realidad el programa sale al aire el sábado, a las tres de la tarde, pero puede descargarse con posterioridad de Internet, lo que permite escucharlo en otro momento. Dado que la tarde del domingo los programas de fútbol copan todas las emisoras y que quienes los cocinan los aderezan con variopintos alaridos, gritos y bufidos, qué mejor que llevarse “Documentos” grabado en un CD y escuchar qué nos cuenta: un día de Juan Ramón Jiménez, otro de Victoria Kent, otro sobre la historia del movimiento obrero, otro sobre el nacimiento de la televisión en España,… Ello no quiere decir que uno, que es aficionado a ese deporte de masas, tenga que renunciar a saber cómo va el Barça en el descanso o si el Valladolid consigue levantar cabeza algún domingo, basta con cambiar del CD a la radio cada 25 ó 30 minutos y escuchar el resultado, soportando, claro está, durante un rato ese dechado de bramidos que vomitan los corresponsales, hasta que el locutor ruge un, por ejemplo, Baaaaaaaaarça 4-Reaaaaaaaaaal Madrid 1. Pues bien, este compañero, cuando le comentaba todo esto, me decía que su hija, una niña de seis años, le había preguntado no hace mucho, mientras escuchaban uno de esos programas deportivos del domingo: Pero, papá, ¿por qué gritan tanto? Él no supo que decirle. Yo tampoco encuentro una respuesta. Quizá la niña, cuando crezca, pueda explicárnoslo. Hoy por hoy sólo tenemos la pregunta: ¿por qué gritarán tanto? ¿Usted lo sabe?
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