Han pasado algunos meses desde que recibí por correo unos poemas amparados bajo el título El cuaderno rojo. Todos los poemas que allí aparecen están escritos sobre hojas rojas, la portada es roja y el contenido es rojo también. Sólo la contratapa, único papel blanco que aparece, y el negro de la tinta rompen con el desenfreno pasional, que no sangriento, del cuaderno. Pero, en mi modesta opinión, esa única hoja blanca ha contagiado de una cierta pureza constrictora al poemario y la combinación libertaria de la tinta negra y el rojo del papel se ha topado con la voz de un poeta, esta vez, en exceso contenido (¿por qué no desnudarse del todo?), aunque hay también en el cuaderno versos en los que la sangre bulle y la pasión hiere con su carga sincera de certeza, como éstos que ahora trascribo:
Subí la persiana del cuarto y
sacrifiqué mis ojos al sol
No hay comentarios:
Publicar un comentario