Ocurre, como esta vez, que acudes a un concierto sin antes
haber escuchado nada de lo que allí te van a mostrar los músicos que anuncia el
cartel. Ocurre, como esta vez, que la única referencia que tienes, sobre lo que
te espera en el escenario, acabas de leerla en una fotocopia que te entregan
junto a la entrada y que dice: Tarna
busca elaborar y revitalizar un repertorio basado en la música de la tradición
leonesa más desconocida para el gran público, dotándolo de un carácter más
contemporáneo. Ocurre, como esta vez, que casi lo único que esperas es llenar, sin más,
esa hora y media de tiempo que vas a dejar allí. Ocurre, como esta vez, que el
Teatro Bergidum ha decidido ser solo haz, sin envés; público y músicos en el
escenario y, al fondo, el patio de butacas y el anfiteatro vacíos. Ocurre, como
esta vez, que Tarna comienza a tocar y suena la guitarra de Diego, el whistle
de Rodrigo, la voz de Diego que arranca y la de Rodrigo que la envuelve como
quien abriga a un hermano pequeño. Ocurre, como esta vez ocurrió, que desde las
primeras notas ya te han ganado aquellos dos tipos para la causa. Porque Diego
y Rodrigo empastan sus voces y la sonoridad de sus instrumentos con una calidez
y buen gusto que es difícil de describir. Hay que escuchar su música en directo
para saberlo, para disfrutar de los preciosos arreglos, plenos de calidad, bajo
los que cobijan un repertorio tradicional que se ofrece, y la fotocopia decía
bien, como absolutamente actual. Y fue tan sencillo, tan cercano todo: la puesta
en escena; el sonido limpísimo de la guitarra, que parecía, en algunos temas,
tendernos la mano; el brillo sonoro y sin estridencias de las flautas -o
whistles o como se llamen-; el acordeón -invitado- sonando como un rumor bajo
el que navegaban las canciones en las que aparecía; las voces como lluvia
menuda; el público sorbiendo con placer y silencio aquella hora y media de pequeños
lujos. Porque ocurre, y ya me ha ocurrido más de una vez, que hay tardes de
música en las que no esperas que nada nuevo se despierte en tu interior y, sin
embargo, el destino las deja en tu memoria para siempre. Como la de este jueves
pasado, escuchando a Tarna en el Bergidum.
miércoles, septiembre 30, 2015
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