Pintar no es un trabajo, pintar es pintar.
Esteban
Vicente
En 1998
me fascinó una exposición retrospectiva de Esteban Vicente que se realizó en
Valladolid. Aquellos cuadros llenos de color y calmas, expuestos en la iglesia
del Monasterio del Prado, me impactaron y sedujeron de tal manera que visité la
muestra varias veces. De cada una de
aquellas visitas recuerdo la sensación de asombro ante el caudal de color que
lo inundaba todo y el armonioso reguero de matices que vivía en cada lienzo. He
pensado alguna vez que allí descubrí lo que es de verdad el color. Porque el
color era en esos cuadros un imán que impedía salir de la sala y uno daba
vueltas y vueltas sumergido en aquella inyección de sosiego, descubriendo, tras
cada mirar, lo que de drástico existía también en aquellas obras. Aquel mismo
año, 1998, se inauguró en Segovia el Museo de Arte
Contemporáneo Esteban Vicente. Desde entonces tenía ganas de visitar este
museo, pero Segovia, una ciudad tan cercana, se resistía a la visita (quizá
hayan pasado diecisiete años desde la última vez que estuve allí). El jueves
pasado me acerqué a ella, al museo vivo que son sus calles y al museo dedicado
a Esteban Vicente. Y todo me sorprendió de nuevo: la ciudad, hermosa y viva; el
museo, con dos salas que devolvieron a mis ojos al color.
*Fotografía extraída de la página web www.españaescultura.es
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