Esta mañana he estado a punto de creer que Babia no existía o que si existía mis ojos me engañaban, que lo que se mostraba a ellos no era sino un espejismo, una ilusión que mi cuerpo soñoliento provocaba para escapar de la rutina dominical. A las ocho, aún amaneciendo, no es que todo fuese inmaculado, que lo era, ni que la nieve respirara, que lo hacía, ni que el cielo quisiera estar allí para ser definitivamente cielo, que estaba, ni que las sombras quisieran ser otra cosa distinta que sombras, es que toda esta comarca era un sueño imposible, ese momento único en el que no sabes por qué has tenido la suerte de ser tú el que estuviera allí, solo, para sentir cómo late ese corazón de frío mortal bajo la tierra.
domingo, diciembre 02, 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Te sugiero imaginar que, tal vez, ese corazón que bajo la tierra sientes latir no sea ni mortal, ni frío. Intuyo que es precisamente ahí de donde la vida, latente en ese momento, resurgirá cuando ese exterior, al que sí considero frío y, puede que, incluso mortal en esos momentos, se retire, al fin, vencido.
A menudo, en lo oculto es donde radica el motor de la vida.
¿Lo pensarás?
He comprendido que mi anterior comentario no posee sentido alguno, que está fuera de lugar.Te ruego disculpes mi demostrada torpeza.
Publicar un comentario