Ha llegado la nieve por segunda vez este
otoño a las cumbres que rodean el pueblo. La primera cayó cuando apenas octubre
había dado sus primeros pasos y nos dejó rápidamente; fue poca y al valle le
está costando este año enfriarse. Pero la nieve caída la semana pasada ya
estará con nosotros hasta el mes de junio, hasta que en plena agonía primaveral
se marche Sil abajo. Y esa nieve nos mirará todo el invierno con sus ojos de
niebla, gigantescos, sensibles y a la vez inexpresivos. Porque la nieve es así,
nunca se sabe muy bien si se está ofreciendo para darte un cálido abrazo o
tendiéndote la más fría de las trampas. La nieve es un mal amigo al que se
quiere, esconde un secreto que no sé si quiero descubrir algún día. La extraña
nieve cotidiana, trapos helados que caen delante de mi ventana durante horas;
los miro inevitablemente, deslumbrado hasta encogerme.
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