miércoles, marzo 04, 2009

Quiebros

El sábado pasado, con la disculpa de comer un cocido maragato, nos reunimos unos cuantos amigos y amigas en Santiago Millas. Cada vez me apetecen más estos encuentros y cada vez, por unos u otros motivos, se distancian más en el tiempo. Es cierto que la vida parece marcarnos un ritmo de obligado cumplimiento (reparte, sin atender a razón alguna, espacios, dolor, obligaciones y hasta desgana) pero deberíamos intentar hacerle quiebros continuos, súbitas paradas y bruscos acelerones, deberíamos impedir que la vida nos gobierne a su antojo. Por eso espero que nos reunamos con más frecuencia, que ése sea el modesto quite que espante de mí la sensación, que de vez en cuando aparece repentina, como la luz cegadora de un flash, de ser un extraño entre ésos que me quieren y quiero.

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