sábado, octubre 04, 2008

Apagones

Agotado, M. Labrera cerró los ojos, se tumbó en el sofá y con un gesto fatigoso de su mano rechazó el güisqui que le acercó la asistenta. Así estaba, con los ojos cerrados y el respirar último de los fuelles, cuando una luz blanca y poderosa se adueñó de él y una voz estridente de vidrios y porcelanas gastadas se convirtió en su música para siempre. Aquella tarde, mientras la asistenta comentaba al forense lo apagado que encontraba al señor últimamente, una mujer, afectada por el corte en el suministro eléctrico que una lluvia torrencial había provocado, decía en la radio “no saber cuándo vamos a volver a la normalidad”.

No hay comentarios: