jueves, enero 12, 2006

Mena

En octubre de 1982, cuando el PSOE ganó por primera vez las elecciones, yo estaba haciendo la mili en Irún. En esos días hacía guardia en los repetidores de televisión del monte Jaizquibel. Las vistas desde allí eran majestuosas: un mar sin calificativos, Fuenterrabía (Hondarribia), San Juan de Luz, el valle del Bidasoa. Por la noche las luces de los barcos hacían que el encrespado mar de esas fechas pareciese un lugar no sólo habitado sino habitable. Tierra adentro, cuando la niebla no lo impedía, el valle aparecía convertido en una luciérnaga gigantesca. Tenía entonces veinte años pero no olvidaré los comentarios de algunos mandos (casi todos jóvenes y fascistas) sobre lo que iba a ocurrir tras aquella victoria. Unos aconsejaban andarse con cuidado a esos “rojillos”, no fuese a ser que tuvieran que ser ellos, los militares, los que pusiesen un poco de orden en este país que había decidido equivocarse “otra vez”, otros advertían de su posición “vigilante” (a estos los agrupaba yo como “escarmentados del 23-F”) y estaban también los que sin decirlo mostraban bien a las claras esa forma de ¿pensar? que se resume en “si Franco..., si Franco..., si Franco...”. Para no ser injusto diré que también recuerdo a algunos que callaban y a un teniente (Rico o algo así se llamaba) que en una de sus llamadas “teóricas” afirmó de forma contundente que estuviésemos tranquilos, que ellos estaban para obedecer al poder civil y punto. Pero hasta esos comentarios daban miedo entonces. Fue el peor año de mi vida y puedo decir que en aquel mal sueño no conocí a un solo militar que como persona mereciese la pena. Los habría, no digo yo que no, pero no debieron cruzarse en mi camino.
Ahora, el discurso del General Mena en la Pascua Militar (¡qué rancio suena todo!) me ha revuelto la memoria. Si hago una sencilla cuenta veo que este señor tendría unos cuarenta años cuando yo intentaba no deprimirme en Irún. Son ellos, los mismos, pero ahora con galones de General, individuos que piensan que los ciudadadanos somos su tropa, personajes que, por más miedo que metan, no merecerán nunca la “mena” (por más que algunas penas las tengan bien merecidas).

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