miércoles, noviembre 10, 2004

Cine para creyentes

Seguramente los más veteranos en esto de la Seminci, viendo los títulos proyectados durante los tres primeros días de esta 49 edición, habrán recordado los inicios del festival, cuando éste comenzó su andadura bajo el rótulo de Semana de Cine Religioso. No es para menos si a los títulos nos atenemos. Una rápida lectura del programa, sin reparar en creadores y orígenes, podría hacernos pensar que, próximo como está el cincuenta aniversario, D. Fernando Lara y su equipo habrían creado una nueva Sección para recuperar los primeros films religiosos proyectados sobre el blanco y negro de aquellos años. ¿Que a qué me refiero? Servidor, el viernes, se acercó al Roxy para ver “La vida es un milagro”, madrugó el sábado para, a las nueve, en el Calderón, poder divisar la “Tierra prometida”, completó esa primera mañana festivalera con la visión de “En tus manos”, dedicó la tarde a conocer “La vida que te espera” y en la lluviosa mañana del domingo, a una hora tan religiosa como las doce, se dejó inundar por “María querida”. ¡Qué venga Dios y lo vea! A eso me refiero, a esta curiosa concatenación de títulos que no hace sino venir a confirmarnos la enriquecedora ambigüedad del lenguaje, la limitada importancia de las cáscaras frente a la esencia que cobijan. Y esto también hoy, reino de los envoltorios. Frente a esa cultura de cajas chinas que nada guardan, la Seminci nos sigue invitando a rasgar el papel de regalo -porque es un regalo- que cubre el hatillo de estos nueve días de cine, nos sigue invitando a hundir la mano en el fardo y tocar lo que de pastoso tiene la realidad -que la realidad, aunque a veces nos parezca que no, es una cosa que existe- y nos sigue invitando a mirar de reojo –que siempre da un poco de miedo; debe ser por esa manía de intentar no tropezar nunca, aunque a estas alturas ya deberíamos saber que eso es imposible-. Y visto cómo fue el fin de semana, qué mejor que unas letanías de agradecimiento: gracias a Kusturica por mostrarnos que también en la guerra la vida sigue siendo un milagro; a Amos Gitai por su realista denuncia de la esclavitud que supone el tráfico de mujeres; a Annette K. Olesen por poner en nuestras manos no sólo el vigor que todavía conserva el movimiento Dogma sino también una tragedia llena de dudas y de vida –que acaso dudar y vivir sean materia de un mismo cuerpo-; gracias a José Luis García Sánchez por su simpatía en la rueda de prensa y por entregarnos a María Zambrano y con ella a muchas mujeres ocultas –que para nuestra desgracia han sido y siguen siendo demasiadas-. Sólo me resta confesarles un pecado, también me acerqué a “Coffee and cigarettes”, película que creo que se hubiera saboreado mejor si, como el buen fumador, se hubiera reducido al cigarrillo y al café de después de las comidas; once quizás sean demasiados. Pero como esta última película va de vicios, y uno dejó de fumar hace ya dos años, nada más diré, sólo un ruego: Seminci, no nos abandones y ruega por nosotros. Amén.

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