Los relatos debían comenzar con la frase "El camión de la basura me despertó a las seis de la mañana". Esa era una de las premisas para participar en el concurso de relatos que convocó el Instituto Zorrilla, de Valladolid, y al que invitó a participar a todo su alumnado de secundaria, bachillerato y ciclos formativos. Con ese arranque, si Monterroso hubiese sido alumno de ese centro, quizá el maestro del relato breve se hubiera decantado por agregar a la frase un punto y final y dar por finalizado el cuento. No hubiera estado mal. Pero algunos de los participantes, entre ellos Elvira Vega Herrero (3º de ESO), hija de mis amigos Leticia y Rafa, optaron por estirar un poco la frase y regalarnos algunos textos brillantes. En Transición, Elvira juega con el paso del tiempo a lo largo de un día, una rueda de frases que en su avance va llenando la autora, con contundencia (y puntualidad británica), del sol y las sombras que van atravesando las horas. Pero cada una de esas frases, que constatan un hecho concreto, contiene, gracias a esa misma concreción y a un acertado paralelismo, mucho más de lo que dice, porque no es sencillo hablar con acierto, en apenas trece líneas, de amor, de tristeza, de añoranza, de alegría, de desolación, de sueños, de destrozos, de dolor, de soledades o de esperanza, que todas esas cosas me sugiere la lectura de Transición. Me pregunto si será condición necesaria ser adolescente para ser tan concreto y universal a la vez. Yo, sin el permiso de Elvira (no creo que me denuncie), voy a dejar su relato en esta entrada para que disfrute el que por aquí se acerque. Y ya sólo me queda pedirle a la autora que a las cuatro y veintitrés no deje que se le pase el tiempo de soñar. Sigue escribiendo lo que sueñas. Gracias, Elvi, y enhorabuena.
Transición
El camión de la basura me despertó a las seis de la mañana.
A las ocho y treinta y dos el microondas terminó de calentar mi café.
A las diez y cincuenta y siete empezó a llover.
A las doce y veintiséis aún eran las once y diecinueve en tu reloj parado.
A la una y cuarenta y ocho canté aquella canción alegre.
A las tres y doce se me olvidó que soñaba.
A las cuatro y veintitrés pasó el tiempo de soñar.
A las cinco y treinta y seis salió tu moto en las noticias.
A las siete y uno me rompiste el corazón.
A las nueve y diecisiete recogí y tiré todos sus trozos.
A las once y cincuenta y tres el agua seguía fría.
A las tres y veintiocho empezó el tiempo de las pesadillas.
Son las seis de la mañana y mi basura se está empezando a amontonar.
Autora: Elvira Vega Herrero.
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