Los vecinos
del barrio burgalés de Gamonal me han hecho recordar un concierto de Quilapayún. En
1980 el grupo chileno actuó en lo que hoy es el
Parque Ribera de Castilla, en el barrio de La Rondilla, en Valladolid. Aquellos
terrenos, de unas12 hectáreas, estuvieron a punto de ser pasto de un plan
parcial que incluía la construcción de más de mil viviendas. Había afición entonces
a la elaboración de planes parciales porque ya Luis Pastor, vecino de Vallecas,
cantaba aquella canción que decía: “Vamos, no lo pienses más, únete a tus
vecinos que te pilla el plan parcial. Los que nunca aquí vivieron han elaborado
un plan, han elaborado un plan, pero se les ve el plumero...” Muchos de estos
planes desarrollistas llevaban aparejada la expulsión de vecinos del barrio o
la ocupación de espacios que los vecinos reclamaban para infraestructuras y
equipamientos urbanos, prácticamente inexistentes entonces en estas zonas de
aluvión y viviendas de baja calidad. Ciudades como Valladolid seguían
recibiendo población emigrante que acudía del campo a la ciudad y el negocio no
estaba en hacer parques, bibliotecas, hogares de ancianos o colegios, el
negocio estaba en los planes parciales, en apurar el metro cuadrado hasta
llenarlo de ladrillos. Recuerdo aquel concierto de Quilapayún porque era un día
frío y ventoso de septiembre, de esos que cortan el aliento en esta meseta
castellana, y porque lo que hoy es, gracias a la
lucha vecinal de entonces, el Parque Ribera de Castilla era en aquel año una explanada polvorienta destinada
al negocio inmobiliario irracional. Y también lo recuerdo, cómo no, por el ondear
de banderas subversivas y el tráfico de pasquines reivindicativos, por las
proclamas de denuncia que se hicieron desde el escenario, porque los chilenos
cantaron La muralla, A la mina no voy, Plegaria de un labrador (de su amigo Víctor Jara, asesinado por la
dictadura militar chilena) o El pueblo
unido jamás será vencido. Por todas esas cosas recuerdo aquel concierto,
pero sobre todo lo recuerdo por la ilusión colectiva que atravesaba aquellas
concentraciones, por la creencia de que una lucha solidaria podía acabar con
muchas injusticias, por la convicción de que el pueblo unido jamás sería
vencido. Y así fue. Poco después el plan parcial se paralizó y aquel lugar se convirtió
en el parque que hoy conocemos. Y en derredor de él podemos encontrar un
polideportivo, colegios y otros equipamientos, casi todos logrados por la lucha
del movimiento vecinal, logrados al hacer cierta esa manida frase de que el
pueblo unido jamás será vencido. Y por eso Gamonal me ha recordado el concierto
de Quilapayún, porque parece que los inicios de los ochenta vuelven a estar,
están, aquí.
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