A nuestros amigos, que mañana se reunirán en Guijo de Santa Bárbara para recordar y homenajear a Emilio Antero.
Amig@s:
Hoy hubiéramos querido estar allí, con vosotros, sentir el
frío que merodeará este fin de semana por el Guijo, dejar posar su rigidez en
nuestros dedos, su aliento enrojecido en nuestras caras. Hoy hubiéramos querido
dejar la camisa abierta, la blusa desabotonada, el pecho al descubierto para
que ese frío nos hiciera tiritar. Y todo ello para sentir más cálido el abrazo
del tiempo, que no es otro que el vuestro, el de los amigos que se tejen con
hilos finos e interminables, como se tejen esos dibujos Manzanarianos, tan
frágiles y tan potentes a la vez. Así es vuestro abrazo, vuestro recuerdo,
vuestra presencia. Así lo sentimos, herederos que sois, somos, de la vitalidad
contagiosa del amigo Antero. Hoy, seguramente, será un día para la contabilidad,
pequeños asientos que iréis haciendo aquí y allá. Aquella nota en aquel libro,
tú le viste escribirla en el Cáparra y ahora la lees: ¡qué pícaro!, también se
fijó en las piernas de la muchacha que esperaba y esperaba en la barra. Y en
este CD está La canción de Solveig, de Peer Gynt de Grierg, me la regaló
este febrero último y, por lo que se ve, aún seguía escuchándola, aquí la
tiene, al lado del equipo. Y lo que nos pudimos reír aquella tarde, mientras el
ácido devoraba el zinc de aquellas placas, en aquel curso, todavía puedo encontrar
su risa en el troquelado arrugado y vivo del papel de este grabado. Y una noche
en esta casa, su casa, ¿recuerdas?, mirando por esta ventana le prometiste
tocar el piano la próxima vez. Y mira esta foto de Las Médulas, aquel día nos
llamó para decirnos que estaba allí, en el noroeste, tan cerca de nosotros,
pero que no podría acercarse a casa. Un día para la contabilidad, sí, para esas
pequeñas cosas que nunca la historia, cuando hable de la vida de la gente,
tendrá en cuenta. Emociones, huellas, sentimientos que nadie contará jamás si
hoy nosotros no los recordamos. Un día para la contabilidad está bien de vez en
cuando, un día para ese libro que con su doble entrada simula tener una
exactitud de la que carece. Porque ¿qué cosas debemos poner en el haber? De él
todas: desde las piernas –que me enseñó a mirarlas- de la muchacha que esperaba
y esperaba en la barra del Cáparra hasta sus cuestionamientos más amargos. Todo
se lo compraba, se lo comprábamos, porque todo lo que venía de él servía, de
uno u otro modo, para asentarlo en el libro mayor de nuestras vidas; notas
imprecisas, alejadas casi siempre de cualquier certeza, como corresponde a
quien sabe que el motor de la vida no es otro que la duda ¿Y qué en el debe? En
el debe podemos asentar, para intentar cuadrar las cuentas –que de otro modo
será imposible-, también todo eso, lo que él nos regaló y, al menos yo, nunca
pude pagarle. Apenas mostrarle mi gratitud y entregarle toda la ternura de que
fui capaz. Otra moneda no tengo.
Un día para la contabilidad, sí, para el homenaje al amigo
Antero, para dejar constancia de que el balance que dejan las buenas personas
es siempre positivo. Un abrazo, amig@s.
1 comentario:
Estuvistéis allí
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