miércoles, junio 05, 2013

Lo invisible (Pablo Miguel Nieto)

Hay recuerdos para los que no hace falta tener memoria porque son presente, salpican, aunque sólo sea un segundo, todos los días de tu vida, están refugiados en pequeños detalles, inapreciables muchas veces, formando parte de ti. Quizá sólo caigas en la cuenta de que están ahí una vez cada seis meses o una vez al año, o quizá no caigas nunca, pero tú sabes que están, que van contigo, que te ayudan y te han ayudado a vivir. Pongamos un ejemplo. Supongamos que alguien se coló en tu vida, hace ya mucho tiempo, y te enseñó cosas sencillas: qué es un obturador, qué es un diafragma, cómo un mismo paisaje puede ser muchos dependiendo de la profundidad de campo, cómo hay que intentar interpretar las  luces, las sombras, los grises, cómo engañar al fotómetro, qué es la sensibilidad, cómo colocar una película de 36 fotogramas en tu vida, perdón, en tu cámara, cómo revelarla para descubrir algo que no viste y estaba allí, esperando a tu ojo, cómo fijar la plata de tu vida para siempre en un papel. Pongamos que alguien, como me ocurrió a mí, te enseñó esas cosas que parecen sencillas: que un obturador es una puerta, que un diafragma es un ojo para ver el mundo, a veces un ojo casi cerradito, a veces un ojo bien abierto, que la luz puede quemar, que la sensibilidad puede provocarnos granos finos y granos gordos pero que siempre es bueno tenerla a flor de piel, que un cuarto oscuro puede ser un buen lugar para mirar a los demás, para mirarse a uno mismo, un buen lugar para sobrevivir. Alguien quiso una vez enseñarme esas cosas que parecen sencillas y yo, incapaz, sólo pude aprender un poco. Ese alguien se llama Pablo Miguel Ángel Nieto Sánchez, Míguel, Miguel, Nieto.
Y para enseñarme todo eso se sirvió de algunos aparejos. Recuerdo ahora su Minolta SRT, que tantas y tantos disparamos, en ella hice mi primera fotografía, entendiendo como tal esa imagen en la que uno ve y quiere que otros vean. Recuerdo también su ampliadora Meopta, aquellas mágicas tiras de prueba sobre papeles Valca en las que una cara podía pasar de ser pálida, de varias formas distintas, a casi negra. La fotografía como un secreto: los ojos para descubrir, el visor para atrapar lo descubierto, las bandejas para revelarlo y fijarlo en el mundo para siempre. Yo, además de muchas cuestiones técnicas, que al fin es un asunto menor, tengo que agradecerle lo que aprendí a su lado de sus nerviosos y inagotables gestos, de su ir y venir incesante y frenético, de las horas y horas que hablamos y hablamos de su casa a la mía y de mi casa a la suya y de su casa a la mía y de mi casa a la suya y de su casa a la mía. Huellas aún frescas después de tantos años. Alguien que regó una vez mi vida para que creciera. Ese es para mí Miguel, Míguel, Nieto. Y por eso estaré el viernes, día 7 de junio, a las 21:30 horas, en Valladolid, en el bar El Trocadero, detrás de la Antigua, para darle un abrazo y disfrutar de la presentación de Lo invisible, su primer libro, un libro que reúne 122 fotografías en las que, estoy seguro, serán fácilmente reconocibles sus ojos, esos por los que algunos, alguna vez, miramos.

  Fotos: Pablo Miguel Nieto
NIETO, Pablo Miguel, Lo invisible, Ediciones Inesperadas, Valladolid, 2013.

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