Si hay
un lugar en el que la luz se descuelga cada día para estamparse ante nuestros
ojos y sentirla, a veces con el dulzor de un beso enamorado, otras como el
dolor de una cuchillada, ese lugar es Babia. No hay milagro, sucede casi a
diario, da igual la hora, el día o la estación. Y siempre la luz es nueva, de
estreno, como si el cielo y todas las sombras fuesen aquí las manos de un científico
loco y juguetón que a cada rato idease una nueva mezcla de rayos y reflejos. Hay
tardes que dan ganas de creer en dios, pero…
domingo, enero 27, 2013
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