Ayer, por enésima vez, comencé a ordenar mi mesa. El grueso del botín fue un montón de papeles, revistas y recortes para tirar y la recuperación de un puñado de clips y algunos bolígrafos a los que darles de nuevo uso. De fondo, mientras me afanaba en dar solución al caos que es siempre mi rincón de trabajo casero, las noticias hablaban del secuestro por piratas somalíes del atunero Alakrana; concretamente reproducían las declaraciones realizadas por la portavoz parlamentaria del PP, Soraya Sáez de Santamaría, en las que una vez más demostraba cuál es la apuesta del PP en situaciones tan graves como ésta (las vidas de 36 pescadores están en peligro): nada de apoyar al Gobierno, ni un silencio comedido siquiera, leña al ejecutivo sin miramientos, nada de pensar que ya habrá tiempo más adelante, en un caso y en un momento especial como éste, para la crítica. Indignado por lo que oía, continuaba yo con mis labores, ya más de limpieza que de orden, cuando apareció un recorte del diario HOY, de Extremadura, de fecha miércoles, 6 de octubre de 1999. Lo había guardado porque me interesó un artículo que sobre la inmigración había escrito en el espacio de Opinión (pág. 24) Antonio Papell. Pero, he aquí que en esa misma página aparece un pequeño artículo, en una sección llamada Anfiteatro, titulado Premiar la reinserción. Cuando se lee este artículo, lo que decían los entonces ministros Matutes y Piqué, que formaban parte del Gobierno de Aznar (en el que también estaba Rajoy), y se recuerdan los constantes ataques a cuenta de la política antiterrorista que lanzó el PP, con esa “gente normal”, Rajoy en primera línea, a su cabeza, contra el primer gobierno de Zapatero por su intento por acabar con ETA, entiende uno que en semejante partido puedan decirse cosas como las que ayer dijo Soraya Sáez de Santamaría, que cada vez parece escucharse más a sí misma cuando habla, y quedarse tan frescos.
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